* Los problemas relativos al
hombre:
- La vida y el problema del mal; la derivación del mal de una
culpa:
- La idea de un hado ineluctable (o voluntad divina).
24) Muy a menudo, los Aqueos
me reprocharon y me hicieron este discurso; pero no soy yo el culpable (Agamenón), sino Zeus y el Hado y las Erinnas
habitantes del aire, que en la asamblea, me inspiraron en el alma un salvaje
enceguecimiento, el día que arrebaté su botín a Aquiles. Pero, ¿qué habría
podido hacer? El Dios cumple todo hasta el fin (HOMERO, Ilíliada XIX, 85 y
ss.).
25) Dios
engendra la culpa entre los mortales, cuando quiere destruir por completo a una
familia.
(ESQUILO, frag. de Níobe).
26) Nadie puede
huir de los males enviados por los Dioses ( ESQUILO, Los siete sobre Tebas).
27) ¡Ay de mí!
¡De cuántas cosas nos acusan los mortales, a nosotros, los Dioses (Habla Zeus):
pues dicen que de nosotros proviene el mal, y en cambio ellos mismos se lo
procuran con sus arrogancias contra el hado! (HOMERO, Odysea 1, 32 y ss.).
El concepto de que los males derivan de culpas de las que son
responsables los hombres, prodomina en HESÍODO. En “Las obras y los días” el relato de la culpa de Prometeo (robo del
fuego divino) y el del envío de Pandora con la copa llena de todos los males y la
historia de las cinco edades, señalan una decadencia progresiva, desde la edad
de oro, como consecuencia de culpas crecientes.
El concepto de la fatalidad ineluctable al hombre la
culpabilidad humana se encuentra también en ESQUILO. Sin embargo, también para
él, es la culpa humana la que engendra la culpa ulterior: "La acción impía (de los padres) engendra otras semejantes en las
generaciones siguientes de su raza" (Agamenón, 759 y ss.). Y también,
dada esta producción de culpa por culpa, el hombre tiene la posibilidad de
resistir con su voluntad y salvarse de los designios del hado: "Desecha el principio del funesto
impulso. . . Porque el demonio, cambiando por el cambio del querer que sucede
con el tiempo, pudiera quizá tornarse en viento más plácido" (Los
siete sobre Tebas, 687, 705, y ss.)].
28) El hombre
que hace daño a los otros, es el artífice de sus propios males; el mal designio
es peor aun para quien lo delibera. El ojo de Zeus ve todas las cosas y todas
las comprende, y, cuando le agrada hacerlo, les presta atención, y no le pasa
desapercibido qué especie de justicia encierra dentro de sí una ciudad. . .
Malo es ser justo, si el más injusto debe tener la preeminencia en el conflicto
jurídico. Pero no creo que esta sea la obra del sapientísimo Zeus (ibid. 265 y ss.). La Justicia se sienta cerca de Zeus, su
padre, hijo de Cronos y le comunica los inicuos propósitos de los hombres
(ibid., 259 y ss.). Y fácilmente da Zeus
la fuerza y fácilmente maltrata a los fuertes; fácilmente rebaja al soberbio y
fácilmente exalta a quien permanece en la sombra; fácilmente pone derecho lo
que estaba torcido y mortifica al arrogante (ibid., 5 y ss.).
29) Pero uno
paga en seguida la culpa, el otro más tarde, y si ellos lo evitan, y no los
encuentra el divino hado a su llegada, vuelve en cada caso más tarde: sin su
culpa, pagan la culpa los hijos de aquéllos o la generación posterior (SOLÓN, fr. 12, versos 29 y
ss.).
Estos conceptos, aplicados al
mundo humano por Hesíodo y por Solón, se
convierten después en conceptos cósmicos, con una proyección de la
humanidad al universo. Ya en los órficos aparece el concepto de Díke cósmica, y
de éstos pasa a los jónicos y a los itálicos. En Anaximandro vuelve a encontrarse también, transferida del mundo
humano al de la naturaleza universal, la representación del tiempo juez que ya
Solón hacía intervenir para pronunciar la sentencia inexorable sobre los
hombres.
30) Hijo mío,
Zeus tiene en sus manos el fin de todas las cosas, y dispone de él como desea.
Pero los hombres nada saben; criaturas
efímeras, vivimos como bestias en el prado, ignaros de la manera en que la
divinidad conducirá a su término cosa alguna. Todos viven sólo de esperanzas y de ilusiones, y su meditar tiende a lo
inalcanzable. Vejez, enfermedad, muerte en el campo de batalla o en las
olas del mar, alcanzan al hombre antes de que haya logrado su meta. Otros
terminan suicidas. Si me atendiesen, no amaríamos nuestra propia infelicidad, y
no nos atormentaríamos buscando dolores incurables. (SIMÓNIDES DE AMORGO, frag.
1).
31) Algo ha
dicho, lo más bello, el hombre de Chios (Homero); semejante a las hojas, son
los hombres. Escuchan, es cierto, con sus oídos, esta noción, pero no la graban
en su corazón. Porque es innata en cada uno la esperanza que crece en el
corazón de la juventud. Mientras que se hallan todavía en la flor de los años,
los mortales tienen el ánimo ligero y desdeñan muchas cosas inejecutables. Pues
ninguno piensa en la vejez y en la muerte y, mientras que se halla sano, nadie
piensa en la enfermedad. Necios quienes así piensan y no saben que a los
mortales sólo les es concedido un breve período de juventud y de existencia.
Pero no lo olvides, y pensando en el fin de la vida, complácete en conceder a
tu alma algo agradable (SIMONIDES DE AMORGO, fr. 29).
La visión pesimista: la vida es un mal.
32) Ningún hombre es feliz.
Abrumados de fatiga están todos los mortales bajo el sol (SOLÓN, fr. 15).
33) De todas
las cosas, la mejor para nosotros, seres terrenos, sería no nacer y no ver
jamás los rayos vivos del sol; pero, nacidos, lo mejor sería atravesar lo más
tempranamente posible las puertas del Hades y yacer sepultados bajo mucha
tierra.
(TEOGNIS, 424 y ss.).
Esta misma afirmación, de que
lo mejor para el hombre sería no haber nacido y una vez nacido morir lo más
prontamente posible, era atribuida por la tradición al mítico Sileno,
interrogado por el rey Midas; y los órficos, al repetirla y hacerla suya, le
atribuían la significación de que la
vida corpórea es una prisión para el alma, una expiación de los pecados
(Cfr. ARISTÓTELES, Eudemo, fr. 6 Walzer).
La afirmación de Teognis,
pasa después al desarrollo sucesivo de las corrientes pesimistas.
34) Morir no es
el peor de los males, sino desear morir y no poder obtener tampoco esto.
(SÓFOCLES, Electra, 1010 y ss.)
35) Sería
necesario llorar, cuando uno nace, por todos los dolores a los que se sale al
encuentro, y alegrarse cuando uno muere, porque se libera de los sufrimientos. (EURÍPIDES, Cresfonte, fr. 449).
Con ese pesimismo, se une en
los poeta griegos, desde Teognis en adelante, la admonición de moderación,
resignación y humildad, como consecuencia de la conciencia de la sujeción del hombre a un poder trascendente
γ de su inmensa inferioridad.
36) ¡Insensatos!,
¡no saben cuánto les atañe el dicho: "la mitad vale más que el todo"
y qué bendición se halla en la más vil hierba que la tierra hace crecer para el
hombre!
(HESÍODO, Trabajos y días, 40 y ss.)·
37) La más
difícil entre todas las cosas es asir la invisible medida de la sabiduría, que
lleva en sí, sólo ella, los límites de todas las cosas (SOLÓN, fr. 16). Óptima cosa es la medida (CLEÓBULO).
38) Desde
tiempo antiguo … de común acuerdo, consagraron a Apolo, en el templo de Delfos,
una primicia de su sabiduría, inscribiendo aquellas palabras que todos
celebran: "conócete a ti mismo", y "nada en exceso". . .
Esta era la forma de la filosofía de los antiguos… (PLATÓN, Protágoras, 343 a).
Estas dos sentencias célebres
entre todas las otras de la antigua sabiduría, tienen ambas el mismo carácter
de admonición al hombre de tener conciencia de su limitación y de no exceder la
medida de lo que es concedido al hombre, para no caer en el pecado de
insolencia (hybris).
39) Hay una
antigua doctrina (órfica) que afirma que existen allá (en el Hades) almas
llegadas desde aquí, y que desde allá retornan nuevamente hacia aquí y que
resucitan los muertos y nacen de ellos nuevos seres (PLATÓN, Fedón, 70 c).
40) Es menester
creer a los antiguos Discursos sagrados, que nos advierten que somos almas
inmortales y que tendremos jueces y hallaremos las mayores penas. (PLATÓN, Epístola, VII, 335
a).
El dualismo de alma y cuerpo en el orfismo: el pecado original y
la vida corpórea como expiación.
41) Los que
celebran la iniciación dicen que el alma paga la culpa y que nosotros vivirnos
en expiación de ciertos grandes pecados. (ARISTÓTELES, Protrep., fr., 10 b, Walzer).
42) Afirman
también los antiguos teólogos y adivinos que, por algún castigo, el alma está
agregada al cuerpo y sepultada en éste como en una tumba. (CLEMENTE de Alejandría,
Stromata, III, 433).
43) Las
palabras que se oyen pronunciar en ciertos misterios, de que nosotros, hombres,
nos hallamos como en una especie de cárcel, y que de allí no podemos liberarnos
por nosotros mismos. . . (PLATÓN, Fedón, 62 b).
44) Algunos
dicen que el cuerpo (soma) es tumba (sema) del alma, ya que ésta se halla
sepultada en el cuerpo en que está. . . Pero me parece, también, que Orfeo y
los suyos, le han puesto, sobre todo, este nombre (soma), en cuanto el alma
expía la pena de los pecados que tiene que expiar, y esa envoltura, especie de
una cárcel, la tiene para salvarse (sózesthai), ya que para el alma eso es
justamente aquello de lo cual toma el nombre, es decir, un cuerpo (soma), hasta
que el alma no haya pagado su deuda (PLATÓN, Cratilo, 400 c.).
[Según Mondolfo el pecado original en la mitología órfica,
es el de los Titanes rebeldes a Zeus, que despedazan y devoran a Dionysos niño.
Zeus los fulmina, y con sus cenizas crea al hombre, quien, de esta manera,
lleva en si una parte titánica
pecaminosa (el cuerpo) y una parte
dionisíaca, divina (el alma), que aspira a liberarse de la unión con la
otra].
El ciclo de los nacimientos (transmigración) y la liberación de
las almas según el Orfismo.
— También Orfeo transmite
claramente estas cosas, cuando después de la mítica expiación de los Titanes y
la generación por ellos de los mortales vivientes, dice, antes que otras cosas,
que las almas permutan las vidas en ciertos períodos y entran muchas veces en
distintos cuerpos de hombres.
45) Los mismos
(espíritus) se transforman alternativamente, por el cambio de las generaciones,
en padres e hijos en los palacios y en bien ordenadas esposas y madres e
hijas". De esta manera, cumplen su transmigración de cuerpos humanos a
humanos. . . Además, existe también un pasaje de almas humanas a animales:
también esto enseña Orfeo, en términos precisos, cuando determina: "por
ello, cambiando según los ciclos del tiempo, el alma de los hombres proviene de
otra parte en otros animales: ora se convierte en caballo. .. ora en carnero, o
bien aparece como un ave monstruosa o también (con) apariencia de perro y voz
grave y (en otras ocasiones) en rastrera generación de frías serpientes, en la
tierra divina.(PROCLO,
in Rempubl., II, 338 y ss., en edic. Teubner).
Esta concepción de la
transmigración de las almas, que más tarde tomó el nombre impropio de metempsicosis, fue considerada por
HERÓDOTO (II, 123), de derivación egipcia:
46) También
esto fue dicho por primera vez por los egipcios, de que el alma del hombre es
inmortal, y disolviéndose el cuerpo, penetra cada Tez en otro cuerpo
engendrado, porque después de que haya recorrido toda la serie de animales
terrestres, marinos y volátiles, nuevamente penetra en el cuerpo engendrado de
un hombre, y tal ciclo se cumple en tres mil años. De este mismo parecer son
aquellos griegos que, algunos antes y otros después, lo sostuvieron como si
fuese suyo; de los cuales yo conozco los nombres, pero no quiero escribirlos.
Los griegos acusados aquí de plagio, son, además de los órficos, los pitagóricos y Empédocles;
pero Heródoto incurría en error al asimilar la teoría órfico-pitagórica de la
transmigración a la creencia egipcia en la posibilidad de la resurrección, de
la que se derivaba también el rito mágico de la resurrección animal.
En los misterios egipcios se
hallaba vigente la creencia de que el muerto, después del juicio del tribunal
divino, ante el cual pronunciaba su "confesión negativa" o declaración
de no haber cometido ninguno de los pecados que figuraban en la lista, podía,
si resultaba justificado, renovar su vida también en la casa de los vivos,
revistiendo, sucesivamente, la forma de cualesquiera de los animales divinos.
Pero esta resurrección egipcia es el
premio de los muertos y la esperanza de los vivos, mientras que el ciclo de los nacimientos en el orfismo es
una condena en expiación del pecado original, ya que la aspiración de los
órficos está dirigida a obtener, a través de las purificaciones del alma, la liberación de la "rueda del destino
y de la generación", del "ciclo de los nacimientos y de la
miseria".
47) El divino demiurgo, establece el destino de
todos según el mérito "en la rueda del destino y de la generación"
de la cual, según Orfeo, es imposible librarse sin enternecer a esos Dioses, a
los que prescribe Zeus "liberar del ciclo y hacer cesar de la
miseria" a las almas humanas. (SIMPLICIO, comentario al De coelo, II, 1, 284).
La salvación del alma o la
liberación del ciclo de los nacimientos se obtenía, según los órficos, a través
de la iniciación en los misterios y la observancia de todos los ritos y las
reglas de la vida órfica. Para ellos el alma se purificaba y merecía volver así
al mundo de los dioses inmortales, del cual el pecado la había hecho caer en la
vida corpórea de los mortales.
48) Vengo de
los puros pura ¡oh reina de los Infiernos! oh Eucles y Eubuleo y ºtodos los que
sois dioses y demonios! porque yo me jacto de ser de vuestra estirpe bienaventurada
y he expiado la pena de las obras no justas, para que no me abatiese la Moira o
el Dios lanzador de rayos. Añora vengo suplicante ante ti, esplendente
Perséfone, para que me envíes benigna a la morada de los puros (laminilla de Thurios: Cfr.
en DIELS, Fragm. der Vorsokr., y en KERN, Orphic. frag.).
En el orfismo, en cuanto al
camino de la purificación y de la salvación del alma del ciclo de los
nacimientos, se halla originalmente constituido por la iniciación en los misterios y por la observancia de las normas de la
vida órfica y a través de este significado ritual, pasa a un significado
ético, de elevación espiritual por encima de los intereses materiales y de los
bienes corpóreos. Y luego, con los pitagóricos, se pasa a considerar como
principal y suprema vía de purificación
y de salvación del alma la iniciación en la ciencia y a la contemplación
filosófica (theoría), que también PLATÓN, Fedro, 248, después, coloca en
primera línea entre los caminos para alcanzar
la beatitud eterna del alma. De esta manera, en las creencias y de los
ritos del orfismo está el origen de la formación del ideal filosófico de la vida.